El progresivo cambio de las sociedades ha influido determinantemente sobre nuestra nueva sensibilidad social por la búsqueda de la felicidad -nuestro comportamiento y con razón-; sobre todo porque ha aparecido un nuevo orden de sociabilidad: la competencia de capacidades -por exhibirlas o por adquirirlas-, unas bajo pretexto de ser necesidad exclusivamente educativa, y otras ya impuestas por el "estar al día", por las modas.
Si primitivamente al ser humano sólo se le exigía obediencia al más fuerte o al que simbolizaba poderes mágicos o divinos a cambio de protección y aceptación, ahora es otro el asunto: se le exige de todo -como si fuera un objeto..., algo de mercado-. De todo en cuanto a no quedarse atrás en una caprichosa carrera que se decanta más por el culto al dinero, a la belleza o a la estética -impuesta por modelos cada vez más sofisticados-, y a la capciosa política del estar en todos sitios para ser el héroe de nada y del "no hay que parar" como si el progreso significara eso.
La carrera empezó como un cuento de hadas, pero lamentablemente va dejando a muchos que no llegan ni pueden llegar a un nivel medio de tanta superficial sabiduría, ya consternados, caídos en complejos, en frustraciones, en hartura sin más de tanta y tantísima vanagloria que no sabe a dónde va, que no mira siquiera atrás.
Sí, los profesionales de la psicología hacen algo, y los hay que aconsejan "el aceptarse a sí mismo", ¡ah!, mientras no se es aceptado o mientras los intelectuales -muchos- y los medios de comunicación bombardean diariamente, de noche y de día, con mensajes o hechos que indican lo contrario. (Es un "saco roto" a veces el aconsejar si no se ven claramente las causas, para saber dónde está el agujero por si interesa coserlo.)
A gran escala innegablemente esto ha ido en detrimento para conseguir la integración plena, y esto ha creado guetos indeseables y -digamos- una marginalidad psicológica que hace depauperar una justa realidad social, o más sana o más feliz. Y es que el culto a la imagen -que los intelectuales siguen muy complacidos porque no quieren molestar mucho- no cederá, ni el exhibicionismo del fajo de billetes con "limousine".
Así que habrá cada vez más descontento para preparar o premeditar una seducción: cirugía estética derrochada, imitación por los cuatro costados del comportamiento de los famosos, búsqueda del morbo o del aislamiento, el recurrir a toda maña, a todo camino depravado -tráfico de influencias- o violento, etc.
O habrá, también, quienes utilicen la autodestrucción como salida, porque fueron "gordos", "bajos", "feos", pobres o incluso fueron sensibles, más cuerdos que los demás o soñadores con sueños ya más que aplastados porque no los querían. Pero hay que decir estas cosas, ya que son muy importantes, ahora muy necesarias.